Costa Rica Marzo 2005

Michel Pochet
La responsabilidad social del arte
o
"El mundo del Azul"

Unico país sin ejército.

Queridos amigos. Estamos aquí en el único país sin armada. El único país donde ha sido tomado en serio la fraternidad que, además de la libertad y la igualdad, mis antepasados escogiéron como lema de la República Francesa. Desgraciadamente después de dos siglos la fraternidad permanece como un lejano horizonte de la humanidad. Una meta casi inalcanzable. Aún más, para muchos, un peligroso sueño. Era necesario un pueblo que tuviéra el coraje profético de afirmar de manera radical su convicción de creer en la fraternidad. ¡Gracias de corazón por ser ustedes ese pueblo!
Es para mí un raro privilegio tomar contacto con "la inteligéncia" de este país. Me gustaría escucharlos a ustedes más que hablar yo.
No soy un conferencista, sino un artista.
Sin embargo, debo hablar e intentaré hacerlo lo mejor posible, creyendo que si alguna idea mía puede tener interés, la comprenderán al vuelo independientemente de la escasa retórica. Sé por experiencia que escucharse recíprocamente es siempre enriquecedor.

Una nación cuyo héroe es un poeta

Existe otro país por el cual tengo una admiración particular: Eslovenia. Un pueblo que después de siglos de opresión, en el muy esperado momento de su independencia ha escogido como fiesta nacional el aniversario de la muerte de un poeta y la celebra sin desfiles militares, sin tanques ni aviones caza bombarderos, sino distribuyendo en presencia del Presidente de la República, del Gobierno y del Cuerpo diplomático, premios a sus mejores pintores, escultores, músicos y poetas, un pueblo así, aunque numéricamente exiguo es un pueblo grande. Es este un pueblo que escoge como himno nacional una poesía de este poeta, no una poesía de acentos marciales, por el contrario, es un gracioso brindis... un canto para beber que exalta la fraternidad universal, un pueblo de este tipo, según yo, está a la vanguardia en el camino que - algún día, así lo espero y lucho por esto - todos los pueblos acabarán por tomar.

La belleza al alcance de la mano.

He tenido el honor de encontrarme con Lado Smrekar y de escuchar de su propia voz esta historia: Cuando en mil novecientos cincuenta seis fue nombrado director de la escuela elemental de Kostanjevica fue impresionado por la miseria en la cual vivía aquella gente y se preguntó qué podría hacer al respecto.

Lo conversó con su esposa y decidieron juntos llevar a la escuela alguna de sus litografías. Su idea era que la primera cosa que necesitaban estos niños era un contacto directo con la belleza.
Amigos artistas se entusiasmaron de su iniciativa y donaron grabados, pinturas y esculturas para la escuela, dando inicio a una de las mayores exposiciones de obras de arte contemporáneo del país.
Siempre para animar la creatividad de sus alumnos y la vida cultural del pueblo, Lado Smrekar inició una compañía teatral y el renacimiento de una gran abadía cisterciense cuya demolición iniciada por Napoleón fue llevada al extremo por Tito.
Ahora es un espléndido museo que conserva tres mil quinientas obras de arte. El parque de la abadía es un museo de esculturas al áire libre.

Mientras tanto Kostanjevica, gracias a la educación en la belleza impartida por Lado Smrekar a sus pequeños alumnos, se ha convertido en una pequeña ciudad elegante - llena de turistas - un centro cultural animado, rico de prósperas galerías de arte. Pero es la escuela elemental la que permanece, aquel lugar mítico donde la belleza está al alcance de la mano.

Y la vida continúa: un hijo de Lado Smrekar es director del Museo Nacional de Arte Moderno de Eslovenia, y otro es director del Teatro Nacional de la Ópera.

La metáfora de la Luz

Quisiéra usar la metáfora de la luz y de los colores para proponerles una visión estética de la realidad. ¿Será porque soy pintor? Esta metáfora me parece clarísima y muy clarificante.

No la inventé yo, sino una mujer italiana que ha dedicado su larga vida a la fraternidad universal: Chiara Lubich.
Entre los numerosos reconocimientos, ella ha recibido el Premio de la UNESCO de la Educación para la Paz, y el Doctorado Honoris Causa en Arte de la Universidad de Maracaibo.

Paz y arte... no nos hemos salido del tema.

Chiara Lubich usa la metáfora de la luz y de los colores para ilustrar una visión unitaria de la vida personal y de aquella social, extendiéndola a todo el planeta con sus continentes coloreados.

Para decir la verdad, usando esta metáfora, Chiara no está perdida si se piensa que la primera Alianza Bíblica se ha pactado con un Arco Iris, que el prólogo del Evangelio de Juan dice que la Luz vino al mundo (sin embargo precisa que el mundo no la comprendió), sin hablar del poeta alemán Goethe, del compositor ruso Alexander Skriabin o del pintor ruso Kandinskij que se lanzaron a estudiar la luz y los colores en la perspectiva filosófica, musical y estética.

Chiara propone una visión panorámica del entero horizonte de la realidad. Mira desde lo alto, desde el Uno. La luz, aquella que no se ve, pero que hace ver todo, es una, es Blanca.
Pasando a través de un prisma la luz blanca se descompone en un gran número de colores que en Occidente estamos habituados a contar según el número de siete, que llamamos perfecto. Siguiéndo esta tradición Chiara explica la realidad (explica en el sentido de desplegar, de abrir como se abre un abaníco) según los siete colores.

El Azul

Este no es el momento de hacer todo el recorrido de los siete colores. Me limitaré al Azul: para Chiara es el color del arte y de lo social. Cada "color" contiene diferentes esfumaturas, que en el caso del Azul pueden ser llamadas Armonía y ambiente o Armonía social y Mundo del arte, pero el hecho de que Chiara lo vea en un solo fajo de luz azul, no es indiferente.
Es algo particular de la visión prismática de la realidad iluminada por la luz blanca, que es la luz de los así llamados Universales: la luz de la Verdad, del Bien y de la Belleza. En esta visión las esfumaturas como armonía y ambiente, armonía social y mundo del arte, son esfumaturas del único Azul. Son caras de la misma realidad que están estrechamente relacionadas entre ellas.

Aspectos de la vida personal o de la sociedad que son generalmente entendidos y vividos como diversos, hasta contradictorios, tienen para Chiara una indivisible unidad. Son contenidos el uno en el otro, se explican el uno con el otro, tienen sentido el uno para el otro.
Esta perspectiva que resuelve las dialécticas sin negar las distinciones, es similar a una cuarta dimensión de la realidad en la cual todo se simplifíca, se clarifíca porque observado desde afuera, como lo exige un espirito científico. En la luz blanca, en la perspectiva de la cuarta dimensión, se puede contemplar la arquitectura, la estructura íntima de la realidad: la armonía, allá donde antes solo se veía el caos y el conflicto.

¿Hermanos sin un padre?

Siento que he exagerado un poco más de lo que pensaba y estoy por pronunciar una palabra que puede ser tabú en un ambiente académico.
¿Pero cómo se puede hablar de fraternidad universal, o si queremos de familia humana si no existe una paternidad que nos hace a todos hermanos?
¿Una instancia fuera de nosotros que garantice la libertad y la igualdad de todos en la fraternidad, una paternidad que garantice la unidad y la diversidad de la familia humana?

Permítanme entonces no mantener oculta mi fe y aquella de Chiara Lubich.
Si, con todas las dificultades del mundo y continuas dudas, creo en la fraternidad universal, trabajo para hacerla triunfar, y por eso creo en aquel Dios que se ha hecho hombre para hacernos hermanos.


En la luz azul, la Humanidad se muestra como un Cuerpo cuyos miembros se articúlan el uno con el otro de manera armoniosa. Se trata de relaciones sociales, no de anarquía; de una asamblea ordenada, no de una muchedumbre anónima; no de masa sino de pueblo.
Y los miembros de este cuerpo social no son angelicales, sino seres corpóreos, por eso se visten, habítan en casas, ciudades, forman sociedades, componen pueblos.
Esta perspectiva terrenál, humana y social del Evangelio determína una estética que podemos definir exquisitamente evangélica: aquella de los Lirios del campo y de las aves del cielo; aquella del Céntuplo y de la Providencia, por eso una estética en el mismo tiempo estricta y generosa, precisa y sin esquemas, ordenada y festiva.

Derecho a la Belleza

En la visión "normal" de las cosas, lo social se ocúpa de las necesidades primarias del hombre, de lo que es indispensable, y a menudo se le contrapone al arte percibido como un lujo, algo superfluo, reservado a una élite.

Reclamo el derecho de todos a la belleza. La belleza democrática.

¿Quién defiende los proletarios de la belleza?

La industria produce para las masas los así dichos bienes de consumo que la publicidad hace comprar masivamente.
Neveras futuristas, manillas de puertas minimalistas, celulares exprecionistas, ensaladeras aerodinámicas, botellas de detergente sexy, vasitos de yogurt post-modernistas, sin hablar de paquetes y embalajes para coleccionar, todo es objeto de estudio estético.

¿Pero en esta estetización sin paro, se encuentra la belleza?

Se prostituye la belleza estetizando todo. Estamos aplastados por una belleza "desechable" que llena los supermercados, vacía nuestras mentes además de nuestros bolsillos, y termína miserablemente en la basura.

El mantel más bello.

Estoy convencido que las obras sociales que merecen este nombre se caracterizan por su valor estético y que el Arte con la A mayúscula es social por naturaleza.

Acostumbro citar una "florecilla" de los primerísimos tiempos del Movimiento de los Focolares, fundado por Chiara Lubich, en plena guerra mundial:
"se cuenta que durante los bombardeos, Chiara y sus primeras compañeras, leían el Evangelio en los refugios a la luz de una candela. Los versículos que hablaban del amor, se iluminaban frente a ellas y enseguida lo ponían en práctica.

Para ilustrar esta práctica del amor, se cuenta entre otras cosas, que Chiara invitaba a comer en su casa a los pobres y que alrededor de una mesa, quedaban intercaladas las compañeras de Chiara y los pobres.
El relato sigue subrayando que en estas ocasiones se usaba el mantel más bello, los cubiertos más lindos. Los pobres eran tratados como huéspedes de honor, y no como necesitados de "caridad".

Tal vez había poca comida, pero se trataba de un banquete, inmerso en una atmósfera de belleza. ¡Era una fiesta! El pobre era un "rey" al cual se le daba toda clase de atenciones, porque su presencia era un honor. No era un asistido social, que se ayudaba por sagrado (aún austero) deber de caridad.

Chiara no ha fundado un comedor popular, obra social necesaria en aquel tiempo y en su ciudad, que otras buenas voluntades, ciertamente han realizado. Chiara invitaba a los pobres a su casa para un festivo almuerzo, que otorgaba a estas personas la autoestima puesta en duda por su situación de dependencia. Pienso que, con la dignidad reencontrada, regresaban también las ideas y la fuerza para solventar sus propias necesidades y las de su familia.

También yo recuerdo, haber asistido a un comedor popular con mis padres, justamente en mil novecientos cuarenta y tres, después del bombardeo de nuestra ciudad; pero no creo que haya sido una gran alegría para mis padres haberse sentido obligados a recibir comida de parte de la asistencia pública.

Kosovo

Mi convicción de que las obras sociales nacidas de la fraternidad, tienen necesariamente una dimensión estética, ha sido reforzada con ocasión de un encuentro de jóvenes en Alemania, donde me habían pedido que hablara acerca de la belleza.
Cada día presentaba una temática de orden espiritual, reforzada por testimonios de los jóvenes mismos. Aquel día estaba consagrado al misterio del sufrimiento, especialmente del sufrimiento inocente y dos muchachos albaneses daban su testimonio aún fresco de la acogida que se les había dado a los refugiados kosovares.

Este programa tan intenso, me provocó una profunda perplejidad. ¿Cómo hablar de arte y de belleza, esto es, de cosas aparentemente superficiales, en un contexto tan serio?
¡Me parecía desentonado! Después, pensando de nuevo en los muchachos albaneses, me he aclarado. Su testimonio había sido fuerte, conmovedor, arrollador, de alguna manera, violento.

Habían contestado con lucidez y precisión a las ayudas internacionales, descargadas desde los aviones sobre la gente, sin respeto, deshumanizados; por el contrario su acogida había sido atenta a cada persona, respetuosa, sonriente, festiva, a lo que los kosovares, en este punto, serenos y convertidos en amigos más que deudores, habían respondido con una cena típica de su país, con cantos y báiles folklóricos.

La fiesta pertenece a la categoría de lo bello. Toda la experiencia de estos albaneses que en un principio me parecía solamente algo social, algo ético, aparecía exquisitamente estética. Estos muchachos sin saberlo fueron testigos de lo bello.

Querer lo bello

La dimensión estética de las obras sociales, no es siempre puesta en luz, no es siempre consciente en quien las hace; porque se piensa antes que todo querer el bien de la gente, pero el amor no es sólo querer el bien, es también querer la verdad y querer lo bello.

Las obras podrían ser necesarias, justas y meritórias, pero no dignas de la fraternidad universal, y necesitarían, de algún modo, darles también la dimensión estética en el caso de que faltase, para amar íntegramente al hombre y no sólo a una parte de él. El bien común comprende todo el hombre y tiene que ver con todos los hombres.

No dudo que sus promotores lo harían con entusiásmo, para que su empeño social fuese más coherente con su vida interior y por lo cual hasta más gratificante.

Dar esperanza

Una experiencia fortísima sobre el Azul fue un viaje que he hecho en el verano de dos mil dos en Argentina, en ocasión de un encuentro de artistas. Invitándome, los organizadores me habían comunicado el tema del encuentro: "Dar esperanza". Me pregunté qué entenderían con "Dar esperanza". Me parecía que - en una situación tan dramática, social, económica y política como aquella de Argentina - los primeros en sufrir y en desesperarse habrían tenido que ser precisamente los artistas, que literalmente morían de hambre. ¡Volver a dar esperanza a los artistas era entonces muy importante!

Además me parecía que, una vez reencontrada la esperanza, los artistas serían los más capaces en dar esperanza a la sociedad. Estoy convencido que la naturaleza misma del arte es dar esperanza. Y no se necesitan muchos medios para dar esperanza, es suficiente tener artistas auténticos.

El coraje de la novedad

Mi reflexión sobre el Azul se ha desarrollado en aquel congreso, y después en todos los encuentros a donde los artistas me han invitado en toda Argentina. El discurso crecía, se hacía cada vez más completo.
Se entendía, por ejemplo, que el artista está acostumbrado a vivir con la novedad.
La novedad da miedo. En esta situación de crisis, los políticos y los economistas volvían a presentar siempre las mismas fórmulas, no cambiaban nunca su discurso, como si no tuviéran otras posibilidades. No veían hacia otro lado. Parecían hipnotizados, atontados. ¡En cambio hay otras posibilidades! Pero no las veían. Tenían miedo a la novedad.

También los artistas tienen miedo a la novedad, pero están acostumbrados a convivir con ella: el arte existe solo junto con la novedad, no es nunca plagio de otros o de sí mismo. Entonces me parecía que esta era una de las cosas que los artistas podían dar a la sociedad: sí, tal vez, tener temor a la novedad, pero convivir con ella, tener el coraje de la novedad.

Invertir en los cinco sentidos

Contrariamente a lo que se piensa, el arte es esencialmente concreto. Los artistas transforman la novedad contemplada en su mente en novedad concreta: en obras, en acciones que involúcran a la gente de maneras insospechadas.

Un ejemplo entre muchos: una mujer anciana en el hospital fue operada. La intervención fue un éxito. Clínicamente se sanó, pero probablemente esta mujer morirá, porque no tiene ganas de vivir. ¡Si alguien la vistiése de modo elegante, la peináse, la maquilláse y la hiciera sentirse bella, vivía!
¿Pero en cuál hospital encuentras un peluquero, un sastre, un esteticista?

Ideas como estas fueron acogidas con gran entusiasmo, tanto por los artistas argentinos como por otras personas que no esperaba encontrar en este viaje. En efecto, primero en Rosario y después en Mendoza, pasé horas muy interesantes con empresarios con los cuales el discurso inevitablemente terminaba siendo sobre la economía y el trabajo, pero sin apartarse nunca de la estética o por lo menos del Azul.

La sociedad moderna, mirada a la luz del azul, tiene una necesidad urgente de profesionales de la belleza - no utilizo la palabra artistas porque da miedo. Hay que reactualizar antiguas profesiones olvidadas, y crear otras nuevas. Hay que crear empresas y puestos de trabajo, invertir en los cinco sentidos, quiero decir: la vista, el oído, el olfato, el gusto y el tacto.
La Belleza eterna se revela a nosotros y nos pide amarla en los hermanos por medio de todos los sentidos: lo dice Juan el evangelista en el primer versículo de su primera carta: "Aquel a quién hemos oído, aquel a quién hemos visto con nuestros ojos, aquel a quién hemos contemplado y que nuestras manos han tocado de la Palabra de la vida... nosotros se lo anunciamos."
Juan es además aquel que en el cuarto evangelio cuenta el episodio del vaso de perfume costosísimo que Magdalena derrama en los pies de Jesús, escandalizando a Júdas - el traidor - porque vendiéndolo se habría podido hacer... una obra social: pagar un año de trabajo a un desocupado. Pero Jesús defiende a la Magdalena.

El alfa de la Humanidad

Tenemos que descubrir cuán fundamental es la belleza. La vida verdaderamente humana empieza con la experiencia consciente de la belleza.
En la paleontología se tiene la convicción de que las piezas arqueológicas se tienen que atribuir a hombres como nosotros, si muestran una búsqueda estética. Hace treinta mil años las pinturas rupestres exaltában desde entonces este sentido estético de nuestros antepasados.
Pero también mucho más antiguamente, las sepulturas con restos de flores demuestran que ya existía el ser humano, en el sentido que damos hoy a estas palabras.
Es misterioso. Es poco probable, en efecto, que tuviésen una fe religiosa similar a la nuestra, pero aquello de lo que no hay duda es la dimensión estética de un rito todavía actual, y que la humanidad realizaba desde sus albóres.

No obstante la falta de testimonios directos, estamos seguros que la danza, la música y todas las manifestaciones festivas ya existen desde los orígenes de la humanidad. Sin olvidar instrumentos, joyas, perfumes, trucos y tantas armas de seducción, comunes a otros seres vivientes, ya sean vegetales o animales.

La belleza en muchas de sus manifestaciones concretas ha sido acaparada por los ricos; ricos en dinero o en cultura. Entonces lógicamente cuando aparece una crisis económica, la primera cosa que se hace, por una visión errónea de lo social, es ahorrar en educación y en todo lo que tiene que ver con el arte y la cultura.

Es un tremendo contrasentido porque la Humanidad comienza con la consciencia de la belleza. Es verdad que la cultura y el arte son un omega de la Humanidad, en el sentido que la belleza nunca ha dicho su última palabra y que será siempre una novedad por descubrir, una madurez que hay que alcanzar; pero es más verdadero que la belleza es el alfa de la Humanidad y que en tiempo de crisis es el momento más justo para invertir en cultura y en arte.

La plaza de Tucumán

En Tucumán - bella ciudad del norte argentino - me han contado que una pareja, viendo el estado de abandono de la plaza de su barrio, se ha puesto a trabajar involucrando también a los vecinos.

Han limpiado el jardín, sembrado flores, reconstruido una zona de juegos para niños, instalando bancas para los ancianos (y para enamorados). Resumiendo, han devuelto la belleza a aquella que es tradicionalmente el corazón de la vida social en cada barrio de las ciudades argentinas.
La alcaldía no tenía plata para el mantenimiento, entonces estos pobres (muchos eran pobres en aquel momento en Argentina) han puesto en común la plata necesaria para los trabajos.

Mientras tanto se acercaba la elección de la Junta Directiva del barrio. Los vecinos han convencido a esta pareja para que se postularan como candidatos porque decían: ustedes nos han involucrado en los trabajos de la plaza, pero hay todavía mucho que hacer en el barrio. No nos abandonen.
Esta pareja se ha presentado y no sólo fue elegida. La Junta saliente, formada por doce consejeros, obtuvo solo once votos. Almenos uno de ellos no ha votado por sí, sin contar las esposas, los esposos y los hijos.

Esta historia confirma de modo puntual que una vocación social y política puede nacer de la sensibilidad en la belleza, necesidad primaria de la gente.

El continente azul

En la geografía de Chiara Lubich, el continente latinoamericano es el continente azul. Es el continente marcado por la disparidad social extrema que grita venganza y nos empuja a dar la vida por una revolución social necesaria, como se nos ha contado en el bello film de Walter Salles "Diario de motocicleta".

Pero en mis viajes a Brasil y ahora en Argentina me he encontrado con tantos artistas y una vida social tan fundamentada en la belleza - ¡bastaría pensar en el valor que tiene la samba para los brasileños y el tango para los argentinos!- que fue impresionante para mí y para los artistas que encontré, también para todos nuestros amigos, descubrir juntos que su Continente era, sí, el de lo social, pero también aquel de la belleza, y que sería, efectivamente, la Belleza la que salvará su mundo e iniciara una revolución social.

Termino con una experiencia particular vivida en Sao Paolo, Brasil, donde estuve después del viaje en Argentina. También allí me encontré artistas con quienes compartí mi experiencia hecha en Argentina.
En el intercambio siguiente, una excelente pintora, Adriana Rocha, ha ofrecido esta experiencia suya: "Por muchos años he sufrido de un cierto complejo. Siendo pintora, me sentía poco "social". Pero la pintura era el único trabajo que sabía hacer.
Una vez, que salí a hacer una caminata en una de las zonas más pobre de Brasil, donde viven los indios que han sido rechazados desde la colonización. En cierto momento, en plena Selva Amazonas, he escuchado una música celestial. Dejándome guiar por la música he logrado encontrar un muchacho que tocaba de modo verdaderamente paradisíaco. Lo escucho encantada y le pregunto cómo podía interpretar la música de esa manera... y él me responde: "Mi familia no tiene nada que comer, entonces, con mi música, doi a ellos nutrimiento".
Este muchacho ha sanado mi complejo - ha concluido Adriana. Me ha hecho entender mi vocación de pintora: con mi pintura puedo dar nutrimiento a mi pueblo."
¡Qué lección de humanidad y de civilización nos envía este muchacho de la selva amazónica, desde el mismo corazón del Continente azul!